sábado, 22 de enero de 2011

MUSEO JUDÍO DE BERLÍN. Contenido.

El sonido de la ausencia. El visitante frente a una placa  negra de cristal. Módulo que emite sonidos en función de la posición que se ocupa frente a él. Se percibe con ayuda de auriculares.
  La visita al museo judío de Berlín se hace en dos fases muy diferenciadas. Como indiqué en el comentario del pasado 19 de diciembre, el visitante asume la arquitectura desde el interior del edificio de Daniel Libeskind penetrando en el museo por el edificio del siglo XVIII que contenía El Museo de Historia de Berlín, para bajar a los sótanos, ya en el nuevo edificio, recorrer primero el eje vial del Holocausto, después el del Exilio para terminar recorriendo el eje vial de la continuidad, mucho mayor que los otros. Este eje termina en una escalera que lleva al visitante desde los sótanos a la cumbre del edificio. Desde el punto más alto se inicia el recorrido por los contenidos de la exposición permanente mostrados en dos pisos subexpuestos. Después la salida.
El contenido se centra en relatar las relaciones puntuales (múltiples relaciones puntuales) entre el protagonista, el pueblo judío, y las instituciones que han regido a lo largo de un par de milenios el suelo germano. El discurso se explaya mediante muchos ejemplos casi siempre en el ámbito de la intrahistoria a partir de muchos tipos de materiales. Desde este punto de vista no es un museo en exceso diferente a otros.

Uno de los espacios vacíos que jalonan el recorrido. En primer término un depósito protector de materiales sensibles a la luz. Si abre si se utiliza.
Sin embargo la ordenación del discurso y algunas de sus unidades expositivas si presentan una gran originalidad y fuerza. La más llamativa, sin lugar a dudas, es un módulo presente en varias ocasiones a lo largo del recorrido y que ilustra la fotografía superior de este comentario. Es una panel de cristal negro de unos 2x4 metros en el que no se ve nada. Lo que se vislumbra en la fotografía es el resto de la sala reflejada en su superficie. A este panel se accede provisto de unos auriculares que al moverse ante el cristal permiten escuchar voces: a la izquierda parece un relato radiofónico, un poco más a la izquierda un discurso, y un poco más acá un lamento, y un poco más allá una increpación, y en el otro extremo una lectura en voz alta. Y entre medias el silencio, los silencios. En el lugar donde se toman y dejan los auriculares un libro con cientos de nombres. Es el módulo de las ausencias, por otra parte, elemento definidor del conjunto del museo 
Vista de varios módulos simultáneos en una sala. Se mezcla todo tipo da materiales: óleos, libros, fotografías gigantes, narraciones, música, etc. En primer término soportes de información desarrollando el concepto de la ausencia.
  Las ausencias toman corporeidad en varias ocasiones. Abundan los complementos huecos, como los soportes con forma de esculturas huecas y de otros tipos. Desconcertantes son los espacios perdidos en el edificio, huecos presentes con la única intención de provocar la búsqueda, la reorientación, la continuidad (no olvidemos que la exposición permanente es el desarrollo del eje de la continuidad que se plantea en el sótano).
Módulos dedicados a la II Guerra mundial. Destaca la parquedad de lo expuesto. El año 1944-45 e desarrolla en poca más de un metro lineal y algunas fotografías. La austeridad narrativa expresa contrasta en muchos momentos con la emotividad siempre latente.
  De hecho todo el relato se manifiesta en una sola línea con muy pocas distracciones, o diversificaciones. Casi siempre las ideas e informaciones se plantean una detrás de otra. Es un eje de visita único. Sin embargo ese eje de visita no se presenta de forma clara y discernible. Se ofrece enrevesado, dando vueltas sobre si mismo, entrecruzándose por estancias aparentemente no ordenadas, hasta el punto de que la organización ha dispuesto en el suelo una sucesión de flechas indicativas que permiten mantener el orden que la dirección del museo ha estimado oportuna. Con ello se pretende lo que se consigue: un sentido de incomodidad, de desorientación, de desamparo que alberga el visitante en casi todo momento. Por supuesto en la segunda y siguientes visitas la selección del recorrido es siempre muy diferente.
Ejemplares de las primeras ediciones de la Teoría de la relatividad especial y Teoría de la relatividad general, bajo el retrato de su descubridor Albert Einstein.

Por último quiero señalar otro elemento de interés siempre buscado en este tipo de museos. Me refiero al sentido de intimidad de las lecturas y contemplaciones. El sinuoso recorrido nos va situando de forma sucesiva en espacios pequeños, a veces muy pequeños, casi íntimos. Ayuda sobremanera el uso de auriculares por casi todos los visitantes (los hay en siete u ocho idiomas) lo que permite por una parte concentrarse en lo escuchado y por otra liberar de textos las paredes que solo albergan cartelas en alemán e inglés.
El museo concluye con una sala especial, Void Void (el vacío de la ausencia) que comentaré próximamente.

1 comentario:

  1. Lo visité hace años y aún, están muy vivas esas sensaciones que describe. Uno de los mejores museos que he visitado y un memorial para que siempre recordemos de lo que somos capaces los humanos.

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