Entre Arroyo de San Bol y Hontanas. Burgos. Febrero de 2008. |
En estos momentos estoy sopesando la posibilidad de impartir una asignatura ad hoc sobre el Camino de Santiago. La idea base es desarrollar sus contenidos a lo largo de la ruta automovilística que discurre más o menos paralela a la sirga peregrinal. Unos quince días de viaje en autocar, con parada en casi todos los hitos de interés histórico-legendario-artístico, en una clase continua. Con gusto la impartiría andando pero entonces necesitaríamos treinta y cinco días imposibles de escamotear en un horario docente.
Entre Arroyo de San Bol y Hontanas. Burgos. Febrero de 2008. |
Constatar la imposibilidad de hacerlo como peregrino y conformarse con la visión turístico-cultural me ha hecho recapacitar sobre el apartado más importante del Camino que siempre es el vivencial. Esta mañana revivía con una amiga uno de esos que dejan huella: la muerte dulce. Dicen que morir de frío es de las mejores formas de hacerlo. Un ligero sueño nos invade y placenteramente nos dejamos llevar.
Yo tuve la tentación entre Arroyo de San Bol y Hontanas en la provincia de Burgos. Primeros días de febrero de 2008. Frío, mucho frío todo el día. Frío seco y algo de viento. Los labios cuarteados. Los pueblos pequeños de Castilla están abandonados. Apenas hay lugares donde reponer fuerzas. La jornada se hace sin cruzar palabra con nadie, porque Nadie es el compañero. La belleza del viaje invernal es la soledad y su riesgo. El viaje se realiza con la luz solar y con su límite de calor.
En la atardecida, a solo 10 kilómetros del refugio de Hontanas, el panorama es como describen las imágenes. Un crucero provisional en una muria, una llanura que preludia las ilimitadas de la provincia de Palencia, y el sol que acaricia por última vez en el día las briznas de hierba. A medida que se avanza por la senda ya solo provisto de agua fría, algún resto de comida también fría, y cansancio suficiente que obliga al paso lento, se tiene presente que la temperatura bajará de forma espectacular cuando el sol desaparezca del horizonte. En cada paso se nota la diferencia. La tentación se presenta de forma intermitente. Una roca, un asiento, un descanso, un rayo de sol, un ligero calor en la cara, un cierto sopor y … …
Por suerte la inercia también funciona con los seres medio vivos. El sol se puso, y antes de que entrara la noche cerrada, la torre de la iglesia de Hontanás apareció entre las lomas. La muerte dulce se dejó para otra ocasión a pesar del placer que producía.Entre Arroyo de San Bol y Hontanas. Burgos. Febrero de 2008. |
Sigo cautivada por la idea de "la muerte dulce". He imaginado mil formas de introducirla en la historia que empieza a gestarse con dulzura...
ResponderEliminarLa fotos, desde luego, son para dejarse morir.
Un beso
No se puede temer a la Muerte si es así de dulce. Un beso.
ResponderEliminarY no se teme Lore Iansa. Pero aún queda alguna sonrisa que contemplar.
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