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Yacimientos arqueológicos en el Alcázar. Vista desde la escalera interior de acceso. Museo del Ejército. Toledo. |
Hace unos días satisfice unas expectativas levantadas hace
mucho tiempo: visité el Museo del Ejército en su nueva sede de Toledo. Los
aires de renovación del museo instalado en el Salón de Reinos y estancias
circundantes del antiguo Palacio del Buen Retiro vienen desde bastante antiguo.
En los finales de los 80 tuve ocasión de ver un proyecto arquitectónico para la
nueva sede que se proyectaba construir detrás del edificio del Antiguo
Ministerio del Aire en Moncloa. Poco recuerdo de aquel proyecto de edificio a
excepción de que era de nueva planta, tenía elementos semienterrados, no
sobrepasaba cierta altura (el edificio del Ministerio del Aire estaba muy
próximo) y parecía muy funcional y adaptado a lo que se esperaba de un museo de
nuestra era. Parecía que el edificio (que me perdone su autor pero no lo
recuerdo) tenía el propósito de concluir con la visión romántica que en esa
época ofrecía el museo, por otra parte muy común en muchos museos españoles. La
época de las renovaciones estaba cerca pero aún no había llegado.
Poco después el edificio del museo empezó a engrosar los
proyectos de ampliación del Museo del Prado, desechadas las del Hospital
General (hoy museo Reina Sofía ) y del palacio de Villahermosa (hoy Museo Thyssen-Bornemisza).
El nuevo Prado incluiría los restos del antiguo Palacio del Retiro ( Salón de
Reinos y Casón, además de las ampliaciones en los Jerónimos y el edificio de
Villanueva). Las expectativas aparecieron de manera incontrolada. El Museo del
Ejército se traslada al edificio del alcázar de Toledo por anuncio expreso del
presidente Aznar. Allí abrirá el 19 de julio de 2010. Han pasado catorce años.
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Vista de Sala dedicada a la Guerra Civil. La exposición va alternando documentos del bando republicano y del bando franquista. Museo del Ejército. Toledo. |
En este intermedio que algunos sociólogos dicen corresponde a
una generación por la rapidez de los acontecimientos (tradicionalmente se
entendía tras el paso de 30 años), el panorama museístico español y mundial da
un vuelco sin precedentes. El público acude a los museos de forma masiva y se
reinventan tanto la técnica museográfica como las concepciones museísticas. Las
presentaciones ambientales, muy agradables de ver pero cargadas inevitablemente
de sentido que no siempre se comparte, van dando paso a presentaciones más
asépticas que solicitan mayor participación del visitante y, por qué no
decirlo, mayor esfuerzo. En el mundo de los museos de arte se dan con más frecuencia
los discursos de tipo temático (relegando a segundo término la ordenación
cronológica), en los que los objetos funcionan como ilustradores de conceptos,
aunque hay que reconocer que como ilustradores a veces singulares y
extraordinarios. En el mundo de la historia se comienzan a exponer discursos un
poco más genéricos que superen la incomodidad de acontecimientos puntuales
sufridos de diferente manera por sus protagonistas y sublimados en uno u otro
sentido por sus descendientes.
Para el que esto escribe el Museo del Ejército se hizo muy
presente cuando visitaba otro museo de memoria histórica controvertida: el
Museo Judío de Berlín. Este museo promovido y patrocinado en gran parte por las
autoridades berlinesas y alemanas, concebido magistralmente por un arquitecto
descendiente de judíos polacos, ganador de un premio internacional con un
discurso agresivo aceptado por esas autoridades alemanas, matizado por el autor
en su proyecto definitivo por la imagen poética de sustituir la realidad del holocausto
por la imperiosa necesidad de llenar el vacío provocado por la ausencia, este
museo, repito, da para mi las pautas de la superación de algunos problemas
enquistados con una fórmula sencilla: aceptación de los otros y respeto a los
mismos.
Ahora ya he visitado el nuevo
Museo del Ejército. Solo tres horas de visita pero algo se puede deducir. Lo
primero es que se entra por un edificio nuevo, el museo. E inmediatamente se
hace evidente el nuevo concepto como se puede ver en la ilustración: El estudio
del edificio se hace en su discurso histórico completo, desde los yacimientos
arqueológicos más antiguos a nuestros días.
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Vista de pasillo de transito dedicado a la propaganda durante la Guerra Civil. Museo del Ejército. Toledo. |
Un vez dentro pasamos por zonas
temáticas y por un recorrido histórico pensados desde la exposición en
intimidad: pasillos estrechos que propician la visualización individualizada o
grupos muy pequeños (por cierto, los grupos escolares supondrán problemas de
seguridad), parquedad en los textos aunque abundante presencia de audiovisuales
y ampliaciones a iniciativa del visitante. El recorrido histórico también está
pensado desde la generalidad, la visión de conjunto, la asepsia y sobre todo, desde
el punto de vista de los ejércitos como servicios del Estado, tan vulgares y
necesarios como Hacienda, la Seguridad Social y, por qué no, el Sistema Español
de Museos.
Este es el Museo del Ejército que
estaba instalado en Madrid pero tiene otro discurso y otro concepto. Y están
bastante bien.