miércoles, 15 de diciembre de 2010

SACHSENHAUSEN

Arbeit macht frei (El trabajo os hará libres). Esta frase recibía a los prisioneros en la puerta de acceso. Comenzaba el desprecio.
  Situado en las cercanías de Berlín, Sachsenhausen fue un Campo de concentración nazi durante el período de 1936 a 1945. Por sus instalaciones pasaron, o quedaron para siempre, unas 200.000 personas, adversarios del régimen, miembros de colectivos considerados inferiores, y prisioneros de guerra. Por su proximidad a la capital, Berlín, sirvió de escuela a la mayoría del personal destinado a otros campos. De hecho se proyectó como campo de concentración típico e ideal para todo el territorio del Reich. En cierta medida es el heredero del Campo de concentración de Orianenburgo en funcionamiento desde 1933 a 1934 en una población limítrofe a Sachsenhausen. Sólo tres meses después de concluir la guerra las instalaciones del campo de concentración se convierten en un Campo especial tutelado por el ejército soviético. En este tiempo 60.000 prisioneros fueron retenidos o murieron en sus instalaciones. Entre los años 1961 y 1990 (básicamente el período de existencia de la RDA) el conjunto se denomina Lugar Nacional de Recuerdo y Conmemoración de Sachsenhausen. Se destruyen casi todas las construcciones originales, y se aboga por un monumento, la reconstrucción de algunos barracones y algunos restos significativos para destacar la victoria sobre el fascismo. Desde 1993, es decir tras la unificación alemana, se adopta la denominación de Lugar Conmemorativo y Museo de Sachsenhausen.
Torre A. Es la torre de entrada. Desde la balconada que mira al campo se domina todo el terreno. Entre cadenas, el lugar donde se situó el patíbulo. Las ejecuciones siempre eran públicas.
  Hace una semana hice una visita de actualización de conocimientos sobre los museos berlineses a los que dedicaré varias entradas en este blog. La visita al Museo Judío de Berlín realizada en todo momento desde la emoción de lo sentido entre sus muros y el reconocimiento  de la aceptación por los alemanes de su propia historia (en el doble sentido de autocrítica por su parte y respeto por la mía) me aconsejaron profundizar un poco más en esa sensación visitando Sachsenhausen. El Museo Judío de Berlín es obra de un judío polaco en un programa arquitectónico de ”actualización” de Berlín como capital. Sachsenhausen es la obra de alemanes de diversas épocas sobre su propia memoria histórica en las fases menos honrosas para dar “recuerdo” e “instrucción” a las generaciones venideras. Con las comillas quiero señalar lo ambiguo que se presentan en este contexto los conceptos de recuerdo e instrucción o enseñanza.

Vista general del campo de Sachsenhausen. Al fondo el monumento conmemorativo. En primer término y al borde de los caminos unos túmulos recuerdan los barracones de prisioneros. Nunca el vacío parece tan lleno.
  Actuar en Sachsenhausen, o lugares similares, desde la disciplina museológica supone adoptar criterios socialmente trascendentes en orden a conservar, reconstruir, enfatizar, superar, desdramatizar e incluso olvidar los hechos acaecidos, pues todas son posturas defendidas por algún grupo más o menos significativo de nuestra sociedad. En el ámbito de la práctica museología estamos en la fase de recontextualización y doble contextualización de los fondos expuestos o musealizados, en esa fase en la que los técnicos de los museos optan por enfatizar la reconstrucción del contexto que originó la forma y función de los objetos, la insinúan, u olvidan, o si, por otra parte, destacan todo el trasfondo social y político que permite en la actualidad la presencia de esos objetos, y cómo hacerlo. Ambos contextos suelen estar presentes en toda propuesta museológica en mayor o menor medida, pero no hay que olvidar que la que nunca falta es la contextualización en actualidad aunque no siempre el visitante sea consciente de la misma.

Barracón reconstruido con letrinas en enfilada. Cartel explicativo de muy pequeño tamaño.


La postura adoptada en Sachsenhausen me parece discreta, elegante y efectiva para un sector de la población, plantea algunos problemas de efectividad para los visitantes más jóvenes. La finalidad de la existencia de este tipo de lugares musealizados y sus correspondientes centros de interpretación es siempre dar testimonio de su existencia y facilitar la superación de lo acontecido, hacer convivir lo histórico y lo presente, no olvidar y no aprovecharse de ello.
Estimo que hay tres tipos de público para este tipo de museos: los implicados directamente de una u otra opción y de los que me encantaría saber su opinión, los que superamos los 40 años y los más jóvenes. Los cuarentones y más conocemos el problema porque lo hemos leído en muchos soportes, lo hemos visto en multitud de películas, lo hemos escuchado con ayuda de Penderecki y Floyd y nos ha rodeado alguno de sus tentáculos, bien que algo descafeinados, por algún tiempo. Los más jóvenes participan de estas sensaciones por enriquecimiento cultural y familiar o simplemente, y son los que me preocupan, lo ignoran.


Postes de castigo. En ellos se cuelga al prisionero de las manos atadas a la espalda durante horas.
Sachsenhausen se ha optado por la preservación de lo conservado y su presentación desenfatizada. El campo de concentración, ya desolado, aún conserva restos de época y otros fueron reconstruidos en la época soviética. En todos los casos llama la atención la ausencia de carteles, indicaciones, rutas, pasillos o servicios para los turistas. Un plano de mano permite identificar lo que allí había e inmediatamente nuestra imaginación y nuestros recuerdos se hacen presentes. La emoción suele acompañar porque se reconstruye lo que es un campo de concentración: el abuso, la aglomeración, el sometimiento, el olor, la desesperanza y otros sentimientos a la vista de unos cimientos de celdas de castigo o de tres postes vacíos o del hueco de un patíbulo o de unos barracones reconstruidos con letrinas en hilera.


Esta discreción absoluta apenas se cambia al penetrar en algunos construcciones que se explican desde su interior con más de una decena de exposiciones muy prolijas de información, pero simplemente narrativas de hechos y acontecimientos ocurridos en ellas (cocina, enfermería, barracones, crematorios y otras dependencias).


Parece que esta discreción expositiva cumple el doble objetivo de dar testimonio y facilitar la superación de esos mismos testimonios.

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