La restauración de ese material escultórico también
fue revisada con todo detalle. Todos los elementos se desmontaron, limpiaron y
almacenaron cuidadosamente. En algunas ocasiones se procedió a la talla de
copias intentando reproducir el tema iconográfico que se podía deducir por la
información que se tenía incluyendo el propio capitel original. En las zonas
rehechas una R en letra capital advierte del cambio. Sin embargo apenas era
necesario. Muchos de los sillares nuevos de muros y plementos se confunden con
los originales por el paso del siglo transcurrido. En las labores escultóricas
las piedras nuevas son fácilmente discernibles. El color les delata y más aún la
calidad de la talla. Algunos de estos capiteles originales se conservan en el
Museo Arqueológico de Palencia. Pongo juntas las fotografías de original y
copia para que se puedan comparar. La restauración escultórica parecía ir por
buen camino hasta el momento de volver a situar las piezas en su lugar preciso.
No fue posible recolocar cada capitel y cada canecillo en su lugar primigenio.
Algunos están trastocados, y aunque se mantenga el discurso general del
programa iconográfico, la precisión del mismo, según los estudiosos, se ha
perdido quizás para siempre.
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Copia de capitel y original con la escena de varios personajes cabalgando sobre felinos. San Martín de Frómista y Museo Arqueológico Provincial de Palencia. |
He
llamado copias a los capiteles que se pueden ver en el templo de San Martín.
Quizás fuera más adecuado llamarlos explicaciones, o puntos del aparato
didáctico que completa el significado de una pieza museística llamada San
Martín de Tours en Frómista. Convertir la iglesia en una pieza de museo, y con
el tratamiento que ello implica, es lo que ha guiado la actividad de Aníbal
Álvarez.
En
la restauración se ha despojado al templo de todo lo que se sabía no era de la
época de su construcción y se ha dejado lo estrictamente original. Estos días
presentaba en clase unas imágenes del museo del Louvre en las que un grupo
escultórico desarrollaba el tema del Descendimiento,
pero en el que no aparecía ni cruz, ni sudario, ni contexto alguno. De forma
similar recuerdo que se muestran piezas de armaduras de caballos y caballeros
en el Museo de Historia Alemana de Berlín, suspendidos del techo por múltiples hilos de nylon, pero sin las figuras de caballos o caballeros que lo soportasen. Bastantes ejemplos más siguen
viniendo a la memoria. Lo que importa: hay una corriente de actuación en los museos que preconiza presentar los
objetos museísticos sin recontextualizar (descontextualizados están siempre
como bien sabe el lector) intentando presentar el objeto formalmente perfecto,
sin ningún elemento de distracción. La arquitectura de San Martín se ha tratado
de esta manera. Solo se ha reconstruido lo que era imprescindible para su
completa presentación, aunque sepamos por palabras propias de Aníbal Álvarez
que intentó “complementar adecuadamente” lo que estaba restaurando. En el
apartado escultórico tampoco dejó de completar el programa iconográfico.
En
resumidas cuentas, desde hace muchos años san Martín de Frómista no acoge a
vecinos ni a devotos, solo es visitado por estudiosos, turistas y peregrinos
que nunca esbozarán una oración. San Martín es un templo en desuso. Para ser
más exacto ha cambiado de uso como todas las piezas de museo. Ahora explica el
arte románico en su versión más perfecta tanto escultórica como
arquitectónicamente. El que desee sentir el arte (románico en este caso) que se
dirija las pueblos en el borde del despoblamiento y, aunque se sienta furtivo,
pida la ayuda del guardés de turno que a buen seguro le ayudará.